domingo, 11 de noviembre de 2007

Revertir la situación



Sorpresivamente, en el Informe sobre el Desarrollo Mundial-2006 publicado por el Banco Mundial, se considera que compartir las oportunidades económicas y políticas también sirve como instrumento para el crecimiento y el desarrollo. Un comienzo para revertir la diferencia entre ricos y pobres en Argentina ya fue formulado por varios economistas: repensar el esquema tributario disminuyendo la carga impositiva que recae sobre el consumo (sostenido principalmente por las clases menos pudientes) y acentuando el que influye en las ganancias de los sectores altos. En 1997, la carga impositiva recortaba el 33,61 por ciento del ingreso de las familias pobres mientras que sólo incidía en un 25,28 por ciento en el ingreso del sector pudiente. Otra de las consideraciones a tener en cuenta, es el acceso a la educación.
La investigadora Natascha Weister, de la Universidad Keil de Alemania, afirmó que "la educación mejora los ingresos de los pobres no sólo indirectamente a través del crecimiento, sino en forma directa al proporcionar condiciones igualitarias para competir". Un informe difundido en octubre de 2006, titulado La situación laboral y social de la Argentina, realizado por Ernesto Kritz en base a datos de la EPH reveló que el principal factor que dificulta la contratación de empleados en el sector formal es, justamente, la "escasez de postulantes con competencias adecuadas".
La nueva ley de educación que impulsa la obligatoriedad del secundario requerirá un esfuerzo grande del Gobierno para que el 26,9 por ciento de la población que vive en la pobreza tenga ingresos seguros que le permitan alcanzar ese nivel educativo. Los planes Jefas y Jefes (que muchas se convierten en asignaciones arbitrarias de punteros políticos) pueden convertirse en subsidios que permitan obtener las herramientas para "aprender a pescar".
Es necesario que los gobiernos latinoamericanos abandonen la cultura de clientelismo y patronazgo que aún persiste, que comprendan que los tiempos del pueblo no son iguales a los tiempos políticos y que aunque los dirigentes cambien de nombre cada cuatro años la vida de la sociedad no se fragmenta en fracciones. Porque de nada sirve que un país crezca a niveles histórico si su gente sigue inmersa en un contexto de desigualdades y de restricciones para hacer valer sus derechos.
La mejor distribución del ingreso no sólo tiene que ser un objetivo sino que debe establecerse como una política de Estado para revertir la situación estructural de pobreza. Es necesario que el Estado vuelva a enfocarse en su meta de bien común y, como lo planteaba Aristóteles, sea quien asegure las condiciones materiales e intelectuales para que la población que vive en su territorio logre su crecimiento y desarrollo.

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